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Cuando el error no es el enemigo: una mirada consciente desde mi experiencia laboral

En el ritmo acelerado del trabajo diario, me he visto muchas veces operando en modo automático. Haciendo lo que sé hacer, como lo he hecho siempre, confiando en la costumbre y en la eficacia del hábito. Pero últimamente he sentido la necesidad de detenerme a pensar: ¿cuántos errores invisibles he cometido por confiar en esa rutina? ¿Y cuántas veces esos errores han afectado a otros, sin que yo siquiera lo notara?


La ceguera que nace de la costumbre


Me he dado cuenta de que los errores más peligrosos no son los grandes, sino los pequeños, los silenciosos, los que se cuelan por la rendija de lo habitual. No se trata de mala intención ni de falta de profesionalismo; es la complejidad humana la que a veces nos juega en contra. Una distracción mínima, una suposición no cuestionada o un paso que se vuelve automático puede provocar consecuencias que repercuten más allá de mi escritorio.


Y eso me ha llevado a reflexionar sobre la interconexión de todo lo que hacemos. Aunque trabaje solo en ciertas tareas, mi trabajo nunca es completamente aislado. Cada acción, cada decisión, es como una piedra lanzada a un estanque: genera ondas que tocan a otros, directa o indirectamente.


Errores que impactan más allá de mí


Reconozco que por mucho tiempo pensé que mis errores eran mi problema. Pero en un entorno laboral, eso rara vez es cierto. Una omisión mía puede retrasar el trabajo de un colega, afectar la experiencia de un cliente o complicar la labor de otro equipo. Por eso, he empezado a asumir mis equivocaciones de otra manera: con más humildad, más autocrítica y, sobre todo, con más intención de aprender.


Aprender a ver lo que no quería ver


Este proceso no ha sido fácil. Requiere honestidad. A veces incluso duele ver que fallamos en cosas que creemos dominar.

Pero también es un acto de crecimiento, me propuse cultivar esa mirada atenta, esa capacidad de ver los detalles antes de que escalen, "la verdad sabe que lo hice pero falle". Me he convencido de que la mejora continua no se trata de "obsesión por la perfección", "dios sabe que fui incansable", pero el tiempo es invensible.

Aprender, nuevamente, es educación no un carton.


He aprendido a desarrollar sensibilidad por aquello que puede salir mal, incluso en áreas que creemos tener dominadas. La verdad más profunda es que, aunque algo no haya fallado aún, eso no significa que esté completamente bajo control. A veces pesa ese pensamiento constante de que “aún no lo he logrado”, pero también sé que los mejores profesionales pasaron por este mismo momento, y no fue fácil para ellos tampoco.


Por eso, hoy no declaro ninguna guerra contra mis errores, solo me dispongo a aprender de ellos. He tomado la decisión de mejorar el sistema por completo, prestando atención a cada uno de los reclamos que recibimos. Hemos logrado avances consistentes, y eso me llena de confianza.


Este año no será solo de trabajo, será de metas cumplidas. Y será también el año en que nuestra competencia se dará cuenta de que estamos más enfocados, más conscientes y más preparados que nunca.


PD; Juzgue usted misma y lo que mejor les paresca, .


Gracias por leerme.

Erick Arenas

 
 
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